Cuentan las antiguas leyendas que hace mucho tiempo, el gigante Atlas fue castigado por los dioses a sostener eternamente el peso del mundo sobre sus hombros. Atlas soportaba afligido aquella dura condena.
- ¡Estar asà toda la eternidad! - se lamentaba -. ¡Si pudiera descansar un poco!
Un dÃa, el valeroso Hércules se presentó ante él:
- Gran Atlas, acudo a ti en busca de ayuda.
- No creo que pueda ayudarte - dijo Atlas -. ¡Bastante tengo con soportar este peso desde hace siglos!
- Mi hermano me ha pedido que le lleve las manzanas de oro que crecen en el JardÃn de las Hespérides. Y todos dicen que tú eres el único que sabe dónde está ese lugar...
Atlas se quedó pensativo durante unos segundos. Luego respondió:
- Aunque te dijera dónde se encuentra ese jardÃn, no te servirÃa de nada.
Un dragón inmortal custodia sus puertas y tú no podrÃas entrar. Ahora bien..., si tú quisieras... yo podrÃa ir al jardÃn y traerte las manzanas.
- Pero... ¡tú no puedes abandonar tu tarea! - repuso Hércules -. ¡El mundo se derrumbarÃa! Los valles, las montañas, los rÃos... ¡todo quedarÃa destruido!
Entonces Atlas añadió:
- Es cierto, Hércules. Mas tú eres muy fuerte. PodrÃas sustituirme mientras yo consigo las manzanas de oro...
Hércules dudó unos instantes, pero al final aceptó y cargó sobre sus hombros el peso del mundo. Atlas, feliz por librarse durante un rato del enorme peso, se puso en camino.
Al cabo de un tiempo, el gigante regresó con las manzanas, pero en vez de entregárselas a Hércules le dijo:
- Veo que aguantas con mucha dignidad esta carga tan pesada. Asà que yo mismo le llevaré las manzanas de oro a tu hermano.
En ese instante, Hércules comprendió que el gigante le habÃa engañado y que ahora serÃa él quien tendrÃa que soportar el peso del mundo durante toda la eternidad.
- Está bien, Atlas - dijo Hércules -. Pero antes de irte te agradecerÃa que me ayudaras a colocar mejor el mundo sobre mis hombros.
No estoy acostumbrado y no consigo equilibrar bien el enorme peso.
- Mi hermano me ha pedido que le lleve las manzanas de oro que crecen en el JardÃn de las Hespérides. Y todos dicen que tú eres el único que sabe dónde está ese lugar...
Atlas se quedó pensativo durante unos segundos. Luego respondió:
- Aunque te dijera dónde se encuentra ese jardÃn, no te servirÃa de nada.
Un dragón inmortal custodia sus puertas y tú no podrÃas entrar. Ahora bien..., si tú quisieras... yo podrÃa ir al jardÃn y traerte las manzanas.
- Pero... ¡tú no puedes abandonar tu tarea! - repuso Hércules -. ¡El mundo se derrumbarÃa! Los valles, las montañas, los rÃos... ¡todo quedarÃa destruido!
Entonces Atlas añadió:
- Es cierto, Hércules. Mas tú eres muy fuerte. PodrÃas sustituirme mientras yo consigo las manzanas de oro...
Hércules dudó unos instantes, pero al final aceptó y cargó sobre sus hombros el peso del mundo. Atlas, feliz por librarse durante un rato del enorme peso, se puso en camino.
Al cabo de un tiempo, el gigante regresó con las manzanas, pero en vez de entregárselas a Hércules le dijo:
- Veo que aguantas con mucha dignidad esta carga tan pesada. Asà que yo mismo le llevaré las manzanas de oro a tu hermano.
En ese instante, Hércules comprendió que el gigante le habÃa engañado y que ahora serÃa él quien tendrÃa que soportar el peso del mundo durante toda la eternidad.
- Está bien, Atlas - dijo Hércules -. Pero antes de irte te agradecerÃa que me ayudaras a colocar mejor el mundo sobre mis hombros.
No estoy acostumbrado y no consigo equilibrar bien el enorme peso.

No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si haces un comentario procura que no sea anónimo espero te guste nuestro blog y que votes en Google Plus.
Gracias por tu visita.