Un dÃa, a Lucas le sobraba una pluma estilográfica de tinta roja como la que tienen los profesores. Asà es que se fue a un rincón del patio y dijo en voz alta:
- Cambio una magnÃfica pluma de tinta roja. ¿Quien tiene algo interesante?
Juanito Gorrión, de 4º A, tenÃa algo.
- Mira, ven. En esta caja de cigarros hay un hombrecillo. ¡Atento! ¡Escucha! ¿Oyes algo?
Lucas pegó el oÃdo a la caja de cigarros y oyó que el hombre hacÃa:
Ssstaptapsss.
¡Era fantástico, porque, como todo el mundo sabe, los hombrecillos existen!
Juanito añadió:
- Cuando te toque decir la lección y el profesor te pregunte algo y no lo sepas, coges la caja a escondidas, te la acercas al oÃdo y el hombrecillo te lo sopla.
Pero no la puedes abrir nunca jamás. Si lo haces, todo se acabará.
A Lucas le interesaba el cambio, pero a Juanito una pluma de tinta roja le parecÃa poca cosa. Asà que Lucas tuvo que añadir dos parches nuevos de bicicleta y un huevo de paloma. Al fin, los dos sellaron el trato con un apretón de manos y una palmada en el hombro.
Después del recreo, en clase de cálculo, el profesor preguntó:
- ¿Cuántas son once más uno entre cuatro?
No le tocó contestar a Lucas, sino a otro que se llamaba Benito Ajo. Pero Lucas se acercó a escondidas la caja al oÃdo sólo para probarla.
- Brrrtrrreees.
Lucas no conseguÃa entender nada, pero cuando Benito Ajo dijo "tres" y acertó, Lucas se acordó de que el hombrecillo habÃa dicho "brrrtrrreees".
¡Era fantástico!
- ¿Cuántas son dos más tres más ocho menos seis? - preguntó luego el profesor.
Lucas puso rápidamente el oÃdo junto a la caja sin que se le notara y oyó:
- Smsmsmsmsmsiete.
¡Siete, claro! Lucas levantó el dedo rápidamente y cuando el profesor le preguntó, dijo:
- Siete.
Y Lucas acertó.
Una vez en casa, a Lucas le apetecÃa hablar personalmente con el hombrecillo. ¡QuerÃa preguntarle tantas cosas! Lucas sabÃa que no podÃa, ya que la fórmula mágica consistÃa en no abrir nunca la caja. Pero por la noche ya no pudo resistir más.
˂˂ En la oscuridad, seguro que no importa tanto ˃˃, pensó.
Asà es que abrió la caja a oscuras...
En ese momento oyó un zumbido que subÃa por el aire y desaparecÃa en la oscuridad. Volaba igual que un abejorro gordo. Y entonces todo terminó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si haces un comentario procura que no sea anónimo espero te guste nuestro blog y que votes en Google Plus.
Gracias por tu visita.