La leyenda de Hello Kitty dice que Akito Misai, japonesa, ten铆a una hija que tuvo problemas en la boca a los 3 a帽os de edad, algunas versiones dicen que fue un c谩ncer, otras que era una enfermedad desconocida que le estaba destruyendo la boca, y lo que empez贸 como una llaga, ya se hab铆a carcomido varios cent铆metros de sus labios. Lo que si comparten todas las versiones, es que ya la enfermedad estaba en fase terminal, no hab铆a cura para su boca y amenazaba con avanzarle a otras partes del cuerpo.
La madre de la ni帽a, viendo que los m茅dicos no le daban ninguna esperanza, decidi贸 probar suerte en algunas iglesias y visitando sacerdotes. La enfermedad avanzaba, ella hac铆a promesas, rezaba a toda hora, pero nada cambiaba.
Al final, ya sin otro recurso, la pobre madre decidi贸 recurrir al Ocultismo. Hab铆a cierta secta sat谩nica muy temida, pero la madre se arm贸 de valor y, preguntando, dio con uno de sus miembros, este la esquiv贸, pero cuando ella le cont贸 su historia, le pregunt贸:
- ¿est谩 usted dispuesta a todo???
-Si,lo que sea, le dijo la mujer.
Fue as铆 que asisti贸 a una sesi贸n de magia negra, donde convocaron un demonio, la madre se asust贸, trat贸 de correr para levantar a la ni帽a del altar donde estaba, pero no la dejaron, estaban todos tomados de la mano.
El jefe de la secta le dijo que hiciera su petici贸n, y ella en seguida le pidi贸 al demonio que curara a su ni帽a.
Charmmy kitty, este demonio, absolutamente negro, y m谩s parecido a una sombra que a un demonio como los pintan, le dijo que la curar铆a, pero que, a cambio, ella deber铆a hacer un pacto con 茅l. Le dijo que curar铆a a su hija, y que aparte le dar铆a una mu帽eca que ser铆a famosa en todo el mundo, y su trabajo ser铆a solo confeccionarla, eso si, la mu帽eca no tendr铆a boca, pues representa el pacto hecho para curar la boca a su hija.
La madre estuvo de acuerdo, y fue as铆 como naci贸 la bella y dulce Hello Kitty. Por esta historia, algunos comentan que comprar esta mu帽eca, o sus calcoman铆a, es darle fuerza al demonio, ya que Hello Kitty, se entiende como Hello “Hola”, en Ingl茅s, Kitty ”Demonio” en un idioma asi谩tico.
Lo que si es cierto es la escasez de datos acerca de la biograf铆a de la dise帽adora y su extra帽a desaparici贸n de la empresa un a帽o despu茅s. Otro dato es que varios sat谩nicos llevan tatuado a Kitty en la piel e incluso circulan videos de misas negras con la imagen de la gatita que algunos llaman “la hija del demonio”.
"LA ERA DEL CUENTO" 馃摎 Cuentos infantiles
Blog relacionado con los cuentos infantiles. Dedicado a los m谩s peques de la casa, este magnifico espacio virtual para que aprendan a gustar de escuchar y leer Cuentos Infantiles.
mi茅rcoles
s谩bado
Iu-iu-iu
脡rase una vez una peque帽a mariposa de colores que naci贸 m谩s tarde que todas sus hermanas. Cuando quiso echar a volar, el sol abrasaba ya los campos, y solo se o铆a cri-cr铆 de las chicharras.
Se sinti贸 sola y abandonada y sali贸 en busca de su familia. Lentamente, levant贸 el vuelo y comenz贸 a gritar: "iu-iu-iu", que es el grito que utilizan las mariposas para llamarse entre ellas.
Mientras volaba, los fuertes rayos de sol calentaron poco a poco sus alas hasta secar el polvo que le permit铆a volar, e incluso consiguieron traspasarlas. La mariposa cay贸 al suelo y se qued贸 con las alas rotas, sin aliento ni fuerzas para reemprender el vuelo.
Pas贸 por all铆 una cig眉e帽a que iba camino de su nido, al ver a la mariposa le pregunt贸:
- ¿Qu茅 te ha pasado, peque帽a mariposa?
- Iu-iu-iu - respondi贸 la mariposa.
La cig眉e帽a, al ver que la mariposa no pod铆a volar, la cogi贸 suavemente con su largo pico y la llev贸 a su nido, donde estuvo cur谩ndola d铆a y noche hasta conseguir que se recuperase. La mariposa le agradeci贸 sus cuidados, y decidi贸 reemprender el vuelo para intentar encontrar a su familia antes de que fuese demasiado tarde.
- Iu-iu-iu - se despidi贸 la mariposa.
De repente, el cielo se cubri贸 de negras nubes que se mov铆an a gran velocidad:
"¡brooom, broom!". Era una tormenta de verano que ven铆a a resfrescar a los sedientos campos.
Empezaron a caer gotas, gordas como pu帽os, cada vez m谩s gordas. Cuando la mariposa sobrevolaba una laguna, una gran tromba de agua le hizo caer.
Una de las ranas que all铆 viv铆a observ贸 su ca铆da y corri贸 en ayuda de la peque帽a mariposa. Se acerc贸 a ella y la coloc贸 sobre sus espaldas para llevarla a la orilla. Prepar贸 un refugio de hojas y ramas que la protegiesen.
- Iu-iu-iu - repet铆a sin aliento ni fuerzas la mariposa.
Cuando termin贸 la tormenta, la mariposa y la rana se despidieron:
- Croac, croac. ¡Buen viaje, mariposa!
- Iu-iu-iu. Te agradezco tus cuidados, rana de la laguna.
Otra vez en camino, otra vez con fuerzas para repetir sin cesar su llamada: "Iu-iu-iu".
De pronto, la mariposa oy贸 c贸mo alguien, a lo lejos, repet铆a su llamada, y empez贸 a volar m谩s y m谩s r谩pido. No sab铆a que en ese momento volaba entre las monta帽as del Se帽or Eco y que este se dedicaba a repetir y repetir todos los sonidos que escuchaba.
Cuando ya no pod铆a m谩s, la mariposa divis贸 a lo lejos una mancha de muchos colores. Se fue acercando a ella a la vez que se preguntaba:
- Iu-iu-iu. ¿Qu茅 ven mis ojos?
Era un prado lleno de margaritas, amapolas y peque帽as florecillas de muchos colores...
La mariposa se sinti贸 feliz y comenz贸 a saltar de flor en flor. Se hizo de noche, y en su silencio oy贸 un sonido que le resultaba conocido:
- Iu-iu-iu - cre铆a escuchar la mariposa.
Levant贸 una y otra vez las antenas, movi贸 las alas, salt贸 de flor en flor hasta descubrir, debajo del p茅talo de un girasol, a un animal muy parecido a ella.
Comenz贸 un baile de reconocimiento.
- Iu-iu-iu... - dec铆a ella.
- Iu-iu-iu... - contestaba 茅l.
Pas贸 la noche y, al salir el sol, se les vio volar juntos, en direcci贸n a la tierra de las mariposas, repitiendo el grito que conoc铆an tan bien: Iu-iu-iu.
mi茅rcoles
El Hijo del Rey
Hace muchos a帽os, en un pa铆s muy lejano, vivi贸 un rey que ten铆a un solo hijo.
Cuando fue anciano y sinti贸 que le faltaba poco para morir, llam贸 a su hijo, el pr铆ncipe, y le dijo:
- Hijo, siento que las fuerzas ya no me acompa帽an, ya soy muy mayor y t煤 pronto te convertir谩s en rey, recuerda siempre esto: debes ser justo y bueno.
El hijo prometi贸 seguir sus consejos. Al poco tiempo el padre muri贸.
Una vez que el joven pr铆ncipe accedi贸 al trono, se olvid贸 de sus promesas y comenz贸 a dar 贸rdenes sin sentido ni raz贸n:
- ¡Que me traigan los mejores caballos del reino para que yo pasee cada d铆a sobre uno de ellos!
- ¡Que maten a todos los faisanes! ¡Quiero que me hagan un colch贸n con sus plumas!
- ¡Que sieguen todos los campos de trigo y que el pastelero real haga con la harina un pastel gigante!
Si alguno de sus s煤bditos intentaba resistirse a sus 贸rdenes, o trataba de explicarle que aquello no era conveniente y que corr铆a el riesgo de ser injusto con su pueblo, el joven rey ordenaba:
- ¡Que le corten la cabeza!
Las gentes estaban cada vez m谩s preocupadas y pensaban que un rey tan caprichoso no conducir铆a a nada bueno.
Viv铆a en aquel pa铆s una viuda con sus tres hijas. Ten铆a una casita en lo m谩s profundo del bosque. No sab铆a nada del joven rey, ya que rara vez recib铆a noticias de fuera. Madre e hijas se dedicaban a cultivar la tierra y a criar gallinas para poder comer los huevos que les daban.
La menor de las tres hijas cultivaba flores en el peque帽o jard铆n que rodeaba la casa. Ten铆a la variedad de flores que cualquiera que pasara por all铆, no pod铆a por menos que admirar sus colores, su perfume y su beleza.
Ella las cuidaba con todo su cari帽o e incluso hablaba con ellas.
Un d铆a, el joven rey decidi贸 internarse en el bosque. Iba solo porque ya nadie quer铆a acompa帽arle voluntariamente, para conseguirlo hubiese tenido que ordenarlo con amenazas.
Caminaba contrariado y percib铆a que todos se alejaban de su lado con frialdad.
Despu茅s de recorrer un buen trecho, descubri贸 la casa de la viuda y decidi贸 entrar en ella para descansar.
La viuda acogi贸 al joven rey como si fuera un forastero y mand贸 a sus tres hijas que le atendieran debidamente.
Antes de saludar siquiera, el supuesto viajero dijo:
- ¡Tengo sed! ¡Quiero un zumo de frutas tropicales!
La hija mayor le ofreci贸 un vaso de agua reci茅n cogida de la fuente pensando que aquel joven estaba algo mal de la cabeza y no sab铆a d贸nde se encontraba.
- ¡Tengo hambre! - dijo a continuaci贸n -.
¡Quiero un guiso de carne de jabal铆 con huevos de avestruz!
La segunda hermana le ofreci贸 una pechuga de pollo y dos huevos de gallina fritos mientras dec铆a:
- Esto es lo que hay.
Como el rey ten铆a verdaderamente hambre y sed, comi贸 y bebi贸 sin rechistar.
Cuando hubo terminado, sali贸 al jard铆n, y al ver las flores que all铆 hab铆a, se qued贸 totalmente extasiado.
- ¡Quiero todas esas flores!
La hermana peque帽a, que hab铆a estado observando la extra帽a conducta del forastero, contest贸:
- Eso es imposible, las flores de este jard铆n necesitan cuidados y viendo vuestros modales, no creo que duraran apenas unas horas en vuestras manos.
- ¿C贸mo os atrev茅is? - dijo el rey -.
El joven no daba cr茅dito a lo que estaba oyendo, al tiempo que un extra帽o inter茅s se estaba despertando en 茅l por todo lo relacionado con aquella casa.
- He dicho que quiero llevarme las flores - insisti贸 -.
Al ver que la peque帽a le miraba a los ojos, el rey cambio el tono de su voz y dijo:
- ¡Por favor!, me gustar铆a llevarme algunas de las flores all谩 donde vivo.
La hija peque帽a percibi贸 que el joven trataba de cambiar sus modales y aunque ve铆a que no acababa de conseguirlo del todo, le dijo:
- Antes de daros cualquiera flor de este jard铆n, he de ver si sabr茅is cuidarlas. Toma estas semillas, plantadlas en vuestro jard铆n, y al cabo de un a帽o, volved con las flores que hay谩is obtenido de ellas. No pod茅is regresar antes del a帽o, pues vuestras plantas se secar铆an.
El rey tom贸 las semillas y parti贸.
Al llegar al castillo, sus s煤bditos percibieron algo raro en su conducta. Permanec铆a pensativo largo tiempo y cuidaba sus semillas con tal delicadeza y esmero que a todos sorprendi贸.
Al cabo de un a帽o, en las macetas en las que plant贸 las semillas hab铆an brotado unos pensamientos con tal combinaci贸n de colores que parec铆an fruto de la imaginaci贸n.
Cuando el tiempo fijado lleg贸 a su cumplimiento, el rey se encamin贸 hacia la casa del bosque. All铆 se encontr贸 esper谩ndole a la hija menor que, al ver las flores del joven, no dud贸 de los excelentes cuidados que les hab铆a proporcionado.
- Lo hab茅is conseguido - le dijo -.
Y he aqu铆 que 茅l se las ofreci贸 como prueba de su amor, y ella, sintiendo que el ofrecimiento del rey era sincero, acept贸 la ofrenda y se fue a vivir con 茅l para siempre.
Desde entonces el reino goz贸 de un gobierno justo para todos y se hicieron realidad los deseos del anciano rey.
La gota viajera
Hace miles de a帽os, la gotita Petra viv铆a en una nube suave y blanca como el algod贸n. Pero la gotita no estaba contenta, porque ella quer铆a saber lo que ocurr铆a abajo, en la Tierra.
Una ma帽ana de primavera, Petra se asom贸 tanto al balc贸n de su nube que, sin querer, se cay贸.
La gotita, que bajaba muy contenta flotando por el aire, fue a caer en la boca de un Dino, el dinosaurio m谩s peque帽o de la familia Rex. Dino, sin darse cuenta se la trag贸.
Como estaba jugando con la tierra, Dino se manch贸 y a ba帽arse al r铆o. Cuando m谩s a gusto estaba, su hermano mayor lo empuj贸 y Dino empez贸 a llorar.
-¡Bua, bua!
Y la gotita, que hab铆a entrado por la boca, sali贸 despedida por los ojos en forma de l谩grima. Las l谩grimas cayeron al r铆a y Petra continu贸 su viaje.
Al principio, el viaje fue un poco ajetreado. La gotita viajaba cuesta abajo, saltando piedras, sortenado plantas... Pero poco a poco, el camino se hizo m谩s tranquilo. Al cabo de un tiempo, la gotita se qued贸 asombrada. Hab铆a millones y millones de gotitas como ella formando un inmenso mar.
El mar estaba en calma y Petra empezaba a aburrirse, pero de repente... ¡zas!, se la trag贸 un boquer贸n. ¡Qu茅 alegr铆a, empezaba una nueva aventura!
Y as铆 fue. El boquer贸n se despist贸 de sus hermanos y fue a parar a la barriga de un enorme bonito. Pero ah铆 no qued贸 la cosa. No hab铆an pasado ni dos horas cuando el bonito cay贸 en las redes de un pescador. Con tanto movimiento, la gotita disfrutaba como si estuviese en una monta帽a rusa.
El pescador llev贸 su pesca al puerto. Y el bonito acab贸 dentro de una lata de conservas.
Una mam谩 compr贸 la lata y su hijo se comi贸 el bonito y la gota de agua en un suculento bocadillo. El ni帽o pas贸 por el cuarto de ba帽o antes de ir a dormir y la gota sali贸 en forma de "pis".
Petra lleg贸 a la alcantarilla, pas贸 por la depuradora y... ¡otra vez al r铆o! ¡Qu茅 bien se estaba all铆! ¡Como calentaba el sol! Petra se sent铆a cada vez m谩s ligera, m谩s ligera, hasta que de nuevo se encontr贸 en su nube.
El maravilloso viaje hab铆a terminado.
El hambre de Tragoncete
En lo m谩s profundo de la monta帽a, viv铆an mam谩 Osa, pap谩 Oso y sus dos oseznos.
Cada d铆a sol铆an alimentarse con nueces, casta帽as, peces que pescaban en un r铆o cercano y alg煤n que otro panal de rica miel.
A uno de los oseznos lo llamaban Trangoncete Porque era muy comil贸n y, comiese lo que comiese, siempre se quedaba con hambre.
Una ma帽ana de oto帽o, Trangoncete se acerc贸 a un nogal, mir贸 hacia arriba y vio que las ramas estaban llenas de frutos. Se levant贸 sobre sus patas traseras y extendi贸 los brazos. Ni aun as铆 pudo alcanzarlos. Intent贸 trepar por el tronco del 谩rbol, pero apenas sub铆a un poco, se escurr铆a de nuevo hacia el suelo.
En vista de que no llegaba a las nueces, empez贸 a mover con fuerza el tornco del nogal para que los frutos cayeran al suelo. Cayeron algunos que ya estaban maduros, y cuando termin贸 de comer, Trangoncete se march贸.
Al d铆a siguiente, despu茅s de comerse unos cuantos peces del r铆o, el oso se acord贸 de su postre favorito y volvi贸 al nogal del que se hab铆a alimentado el d铆a anterior.
Esta vez no lo dud贸. Cuando se acabaron las nueces que estaban ca铆das por el suelo, volvi贸 a mover con fuerza el tronco del nogal para que cayeran m谩s frutos. Tanto lo movi贸 que arranc贸 el 谩rbol de cuajo y este cay贸 al suelo con gran estr茅pito.
Tragoncete se puso muy contento. Ahora ten铆a a su alcance todos los frutos del 谩rbol. Pero como eran muchos, se comi贸 los m谩s maduros y dej贸 el resto para otra ocasi贸n.
A los pocos d铆as, Tragoncete y su familia fueron a visitar a unos parientes que viv铆an al otro lado de la monta帽a. En aquel lugar apenas hab铆a panales de abejas, ni casta帽as, y el r铆o estaba tan sucio que ten铆a pocos peces.
Tragoncete se acordaba de su 谩rbol y ten铆a ganas de volver a casa. Cuando por fin, al mes siguiente, volvieron a su territorio, el oso vio con tristeza que del hermoso 谩rbol que 茅l recordaba no quedaba nada. Solo hab铆a un tronco seco y desnudo en el suelo.
Entonces comprendi贸 que para poder vivir y alimentarse es muy importante respetar y cuidar la naturaleza.
Y aqu铆 acaba este cuento de pan y pimiento.
El ni帽o que quer铆a pensar
En una ciudad muy bulliciosa viv铆a un ni帽o con sus abuelos.
El ni帽o se llamaba Lev铆 y le gustaba mucho leer y estudiar. Pero toda la gente que le conoc铆a le llamaba taciturno, porque miraba mucho y hablaba poco.
Estaba encantado de vivir en una ciudad tan grande, porque en ella pod铆a pasar desapercibido. Cuando sal铆a a pasear con su abuelo por la Calle Mayor, le encantaba ver riadas de gente de todas clases, andar, correr, hablar, discutir, mirar escaparates y comportarse como verdaderos transe煤ntes urbanos.
Al ir a cruzar la calle, si el sem谩foro rojo de los coches se pon铆a verde, se deten铆an los dos, y de inmediato un reba帽o motorizado invad铆a la calzada, llen谩ndola de humo, de ruido, de flashes de colores de sus carrocer铆as, a veces de gritos y de insultos. 脡l se fijaba mucho en todo, frunc铆a el ce帽o y pensaba.
En la escuela le hab铆an puesto un mote. Le llamaban "el ni帽o dormido", porque aunque era amable si lo requer铆a la ocasi贸n, siempre se mostraba m谩s bien retra铆do y t铆mido.
脡l lo sab铆a, pero no le importaba si as铆 pod铆a mantener una cierta distancia de los corrillos y de las pandas. En absoluto era insociable, aunque a veces lo parecia. Cuando le ped铆an colaboraci贸n para algo, siempre estaba all铆, y le gustaba jugar con su grupo de amigos y amigas.
En el segundo trimestre, toda la clase se fue a una granja escuela que hab铆a en un pueblo cerca de la ciudad. All铆, Lev铆 se quedaba absorto antes las largas procesiones de las hormigas hacia sus hormigueros. Acercaba su o铆do a la tierra esperando escuchar algo y cre铆a o铆r ruidos y hasta m煤sicas.
Por esta raz贸n, m谩s de una vez hab铆a llegado tarde a la comida, y el monitor le dec铆a:
- ¿D贸nde has estado?, ¿qu茅 has hecho?
Lev铆 bajaba la cabeza y no dec铆a nada.
El monitor insist铆a:
- ¿En qu茅 est谩s pensando?
El ni帽o no contestaba y se pon铆a a comer.
Por la tarde, varios compa帽eros le pidieron que les ense帽ara los hormigueros.
Se dirigieron hasta all铆, y Julia, su mejor amiga, le pregunt贸:
- ¿Qu茅 hacen ah铆 debajo?
- Est谩n organizando sus graneros - dijo Lev铆.
Luego, para explicarles la vida de las hormigas, les dibuj贸 sobre la tierra, con un palito, un plano de todas las galer铆as. Parec铆a que hubiera estado dentro de sus agujeros.
Un d铆a, fueron de visita a su casa uns t铆os y, mientras tomaban caf茅 en el sal贸n, Lev铆 se dirigi贸 a su cuarto a terminar unas construcciones con su mecano.
Al rato, su t铆o le sigui贸.
- ¿Se puede saber que piensas?, ¿qu茅 pasa por esta cabecita? - le pregunt贸.
Lev铆 sonri贸 maliciosamente y sigui贸 trabajando.
En las fiestas del barrio, Lev铆 se present贸 a un concurso de construcciones y, aunque hab铆a mucha competencia, gan贸 el primer premio.
Estaba muy contento y le dio un beso muy fuerte a su abuela, que lo abraz贸 para felicitarle.
Otro d铆a, en clase, estaba sentado en su pupitre, con el codo apoyado en la mesa, aguant谩ndose la cabeza con la mano y mirando al techo. La se帽orita le dijo:
- Lev铆, ¿en que piensas?
R谩pidamente cogi贸 el l谩piz y sigui贸 haciendo cuentas en el cuaderno.
Al final de curso, en el informe de matem谩ticas que acompa帽aba sus notas, se pod铆a leer: "Es un alumno muy bueno para resolver problemas, puede encontrar varias soluciones y quedarse con la mejor".
Sus abuelos estaban muy contentos y decidieron hacerle un buen regalo. Lev铆 quiso que le compraran el Atlas de los descubrimientos, y as铆 lo hicieron.
De todas formas, su abuelita estaba preocupada por su nieto, y una tarde se sent贸 a su lado y le habl贸:
- Lev铆, hijo, sabes que estoy muy orgullosa de t铆, pero tengo una duda. Todos me dicen: "tu nieto es muy callado, ¿qu茅 crees que estar谩 pensando?". Y no puedo responderles. ¡Me gustar铆a tanto poderlo hacer!
Se hizo un minuto de silencio que pareci贸 una eternidad.
- Cari帽o, dime a m铆 qu茅 piensas. ¿No crees que yo lo puedo saber? - insisti贸 la abuela.
Lev铆 sinti贸 mucha ternura y un gran cari帽o por su abuela. Se levant贸, se ech贸, en sus brazos y dijo:
- Claro que s铆, abuelita: pienso pensamientos.
Una aventura de Simbad
Hace muchos a帽os, tantos que casi no puedo acordarme, vivi贸 un c茅lebre marino llamado Simbad. A Simbad le gustaba mucho viajar. Viajaba continuamente, visitando pa铆ses lejanos y misteriosos. Conoc铆a lugares a los que nadie m谩s que 茅l hab铆a llegado.
En uno de esos viajes, regresaba con el barco cargado de mercanc铆as. Estaba en la proa de la embarcaci贸n mirando el mar, cuando vio a lo lejos una peque帽a isla que no aparec铆a en ning煤n mapa. Quiso explorarla y mand贸 a sus marineros que le prepararan una barca peque帽a. Remando con fuerza, se acerc贸 a ella.
Cuando baj贸 y crey贸 pisar tierra firme, la isla se movi贸. Entonces, comprob贸 que aquello no era una isla, sino una enorme ballena. La ballena dio un tremendo coletazo y el marinero cay贸 al mar. El coletazo tambi茅n hab铆a roto la barca.
Observ贸 que su nav铆o estaba cada vez m谩s lejos. Simbad nad贸 tras 茅l, pero no pudo alcanzarlo. Sigui贸 nadando y, al cabo de largas horas, lleg贸 a una playa desierta. Agotado, se qued贸 dormido sobre la arena.
Un brusco movimiento le despert贸. Con sorpresa, vio que volaba prisionero entre las garras de un enorme pajarraco.
El p谩jaro continu贸 volando sin soltar a su presa. Desde lo alto, Simbad divis贸 paisajes muy diferentes y hermosos: monta帽as enormes, valles verdes, desiertos amarillos... Tambi茅n sobrevol贸 ciudades muy grandes, e incluso lleg贸 a ver los hielos permanentes que cubren los polos.
Simbad estaba maravillado. Sab铆a que la Tierra era extraordinaria, pero nunca hab铆a comprobado como en aquella ocasi贸n.
Por fin, el enorme p谩jaro, cansado de colar, descendi贸 a tierra. Con suavidad, deposit贸 a Simbad en su nido. Aprovechando que el p谩jaro sali贸 a buscar comida, el marino se escap贸. y despu茅s de muchos d铆as de agotadora marcha, lleg贸 a un puerto donde le esperaban sus hombres con su barco.
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