jueves

Unos campesinos muy especiales

Esta historia ocurrió en los tiempos de Maricastaña.
El invierno había sido muy frío y los animales no encontraban qué llevarse a la boca. Todos tenían mucha hambre, en especial un lobo muy listo y una zorra mucho más lista que él.
Un día, los dos animales se encontraron en un claro del bosque. Al lobo se le hizo la boca agua al ver a la zorra.
La zorra adivinó sus intenciones y le dijo:
- Compadre lobo, no piense usted en comerme porque solo se comería un puñado de huesos.
- ¿Y qué vamos a hacer para alimentarnos, amiga zorra? - dijo el lobo, intentando engañarla.
- Estoy pensando que vamos a tener que sembrar, como lo hacen las personas - propuso la zorra. 
- ¿Y qué es sembrar?
- Pues es muy sencillo. Enterrar la semilla de una planta y regarla para que crezca.
- ¡Pero si yo no como plantas! - protestó el lobo -. Aunque tengo tanta hambre que me comería una lechuga.
- Pues manos a la obra y a sembrar - dijo la zorra -. Pero antes vamos a ponernos de acuerdo. ¿Qué parte de la planta quiere usted, amigo lobo? ¿La que crece por debajo de la tierra o la que sale por encima?
- Yo prefiero la que crece hacia arriba - contestó el lobo, dándoselas de listo.

Aquella noche, la zorra robó varias semillas a un granjero. Pero tuvo mucho cuidado de que las semillas fueran de patatas, zanahorias y rábanos, porque lo que se come de estas plantas es lo que crece debajo de la tierra. Después, le dijo al lobo:
- Ahora siémbralas tú, que yo ya he hecho mi trabajo.
Cuando recogieron la cosecha, el lobo vio que a él solo le correspondían tallos y hojas sin alimento. En cambio, la zorra se llevó un cargamento de patatas, rábanos y ricas zanahorias.
- ¡Me has engañado! - rugió el lobo.
- No - contestó la zorra -. Yo he cumplido nuestro acuerdo. Tú te has llevado la parte que elegiste. Si quieres, en esta ocasión hacemos lo contrario.
Y aquella noche, la zorra volvió a la casa del granjero para robar semillas. Pero de esta vez cogió semillas de maíz, tomates y uvas. Ella sabía que estas plantas dan los frutos por encima de la tierra.
Cuando llegó el tiempo de recoger la cosecha, el lobo volvió a quedarse con unas cuantas raíces que no le quitaron el hambre.
- ¡Me has vuelto a engañar! - exclamó el lobo.
- Lo he hecho para no servirte de postre - dijo la zorra. Y escapó corriendo.
 

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