viernes

El Antojo

Como cada tarde, Doña Marisabidilla, Gran Duquesa del Dedo Gordo del Pie Izquierdo, acaba de tener un antojo:
- ¡Quiero un huevo y una tortilla para merendar!
Así que su cocinero no tiene más remedio que dirigirse al gallinero en busca de un par de huevos; pero, ¡quién lo iba a decir, quién lo iba a creer!, uno de los huevos, al ver al cocinero, echa a correr.
- ¡Doña Marisabidilla, Gran Duquesa del Dedo Gordo del Pie Izquierdo, se va a enfadar! - se lamenta el cocinero.
Pero como no le sirven de nada las lamentaciones, el cocinero decide que mejor será lanzarse en busca del huevo fugitivo. Cuando ya está a punto de alcanzarse, el huevo fugitivo pega un brinco y se sube a uno de los palos de la valla del gallinero.
- Aquí te espero comiendo un huevo, una tortilla y un caramelo - canturrea el huevo.
- ¡Cállate, huevo fugitivo! ¡Ya verás cuando te coja! - le riñe el cocinero.
- Aquí te espero comiendo un huevo, una tortilla y un caramelo. ¡Ya me cansé de esperar!
Y dicho esto, el huevo se tira desde el palo al suelo.
Al verlo, el cocinero se imagina al huevo espachurrado en el suelo, y no puede evitar gritar:
- ¡Ay, ay, ay! ¡Que si yo me quedo sin huevo, alguien se va a quedar sin tortilla! - y se precipita palo abajo con tanta rapidez que consigue coger el huevo al vuelo y lo lleva triunfalmente a la cocina.
Pero el huevo no está dispuesto a convertirse en tortilla y, al llegar a la cocina, aprovechando un despiste del cocinero, salta del cesto donde lo había metido y sale a dar un paseo.
Cuando quiso darse cuenta el cocinero, el huevo fugitivo se encontraba sentado en lo alto del fregadero. El huevo empieza a hablarle al cocinero.
Nadie sabe a ciencia cierta qué se dicen el cocinero y el huevo fugitivo. Lo cierto es que al cabo de un rato salen los dos de la cocina cogidos del brazo y hablándose como lo harían dos viejos amigos. Los dos se dirigen hacia el gallinero y cogen un huevo, con el permiso de las gallinas. Esta vez les han asegurado que no se trata de un huevo fugitivo.
Doña Marisabidilla, Gran Duquesa del Dedo Gordo del Pie Izquierdo, está enfadadísima. Sentada ya en la mesa, la Gran Duquesa reclama a grito pelado su huevo y su tortilla.
De pronto aparece el cocinero:
- Mi señora, mi ama, Gran Duquesa del bla, bla, bla. Tal y como le prometí, aquí estoy con un huevo (gran reverencia del huevo fugitivo hacia la Gran Duquesa) y una tortilla (la tortilla, pobre, no puede hacer ninguna reverencia).
Doña Marisabidilla dice con voz enfadada:
- Bien por la tortilla, cocinero. Pero dime, ¿cómo me voy a comer el huevo?
- Haría mejor, mi Gran Duquesa, en no querer comerse el huevo y sí, en cambio, tomarlo como su ayudante.
Y el cocinero empieza a enumerar sus cualidades:
- Es un huevo muy servicial (reverencia del huevo hacia la Gran Duquesa), muy valiente y muy cordial (más reverencias). Además, me permito decirle, mi señora Gran Duquesa, que para mí será un gran alivio saber que cuento con él, pues así, cuando la señora Gran Duquesa tenga un antojo, seremos dos, y no uno, los que procuraremos satisfacerlo.
Doña Marisabidilla aplaude feliz. 

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