lunes

La cigarra y la hormiga

En la huerta del tío Benito había un pequeño hormiguero. De él salían y entraban, continuamente, una legión de trabajadoras hormigas.
Muy cerca del hormiguero crecía un manzano. En una de sus ramas tenía su casa una alegre cigarra. Se pasaba los días canta que te canta y duerme que te duerme.
Una luminosa mañana de verano, mientras preparaba su repertorio musical, observó a Hormiguita, que trabajaba afanosamente.
-Hormiguita, estás sudando la gota gorda. Ven conmigo un rato y cantemos hermosas canciones -propuso la cigarra.
-Ya quisiera yo poder cantar contigo -contestó la hormiga- pero tengo que guardar comida para el frío invierno.
-¡Si el invierno aún está muy lejos! -insistió la cigarra-. No pienses en eso ahora. Vamos a disfrutar de este momento.
Pero Hormiguita no hizo caso. Sonrió a Cigarrita y continuó trabajando.
Pasó el tiempo y empezaron a caer las hojas de los árboles. Era el otoño, que avisaba de los próximos que estaban los fríos del invierno. Y Cigarrita seguía cantando sin dar importancia a los avisos de la naturaleza.
Finalmente, llegó la nieve, y los campos se cubrieron con su blanco manto. Los animales se refugiaron en sus casas. Los árboles se quedaron sin hojas, y la naturaleza se adormeció. Solo quedaba Cigarrita en la rama desnuda del manzano. Tiritaba de frío. No tenía casa, ni comida, ni abrigo. Solo canciones.
Entonces, vio humo que salía del hormiguero de sus amigas y pensó en lo calentitas que estarían allí. Como pudo, se acercó y llamó a la puerta. Entre todas la llevaron dentro, junto al fuego. Con la ayuda y el cariño de sus amigas poco a poco se repuso.
Pasó el invierno con ellas: cantar y bailar, bailar y cantar. Las hormigas pasaron el invierno más feliz de su vida. Y todas comprendieron lo importante que es alternar el trabajo con la diversión.

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