jueves

¡Todos al médico!

Hoy no hemos ido a la escuela. Hemos tenido que ir a que nos examinara el médico y nos dijera si estamos bien o no.
Cuando mamá y yo llegamos, mis compañeros ya estaban allí con sus mamás, salvo Godofredo, que tiene un papá muy rico, y que vino con Alberto, el chófer de su papá.
Una señora vestida de blanco llamó a las mamás y les dijo que nos desnudáramos.
Entonces, Agnan se puso enfermo y su mamá empezó a gritar.
- Bueno, niños - dijo la señora de blanco -, pasad al cuarto de al lado; el doctor va a examinaros.
- ¡Mi mamá! ¡No quiero separarme de mi mamá! - gritó Agnan.
- Está bien - dijo la señora de blanco -. Señora, puede usted entrar con él.
- ¡Ah! ¡Usted perdone! - dijo la mamá de Clotario -. Si esa señora puede entrar con mi hijo, no veo por qué no puedo entrar yo con el mío...
- ¡Y yo quiero que Alberto venga también! - gritó Godofredo.
- ¡Tú estás chalado! - dijo Eudes.
- ¡Repite eso! - dijo Godofredo.
Entonces Eudes le dio un puñetazo en la nariz.
¡Es increíble! - dijo el médico -. ¡Esto parece un campo de batalla!
El médico lanzó un suspiro y empezó a pesarnos. Me hizo subir a la báscula y regaño a Joaquín, que ponía el pie para que yo pesara más.
Agnan no quería pesarse, pero su mamá le prometió montones de regalos. Entonces Agnan fue a la báscula temblando una barbaridad, y cuando acabó, se arrojó llorando en brazos de su mamá.
Rufo y Clotario quisieron pesarse juntos para bromear, y mientras el médico estaba entretenido riñéndoles, Godofredo le dio una patada a Eudes para vengarse del puñetazo en la nariz. El médico se enfadó mucho, dijo que ya estaba harto y que más le hubiera valido hacerse abogado, como decía su padre.

A continuación, el médico mandó que nos sentáramos en una mesa, nos dio papel y lápiz y dijo:
- Niños, os voy a hacer un test. Dibujad lo primero que se os ocurra. 
Nos pusimos a trabajar. Yo dibujé un pastel de chocolate y Alcestes una fabada. Agnan dibujó el mapa de Francia con todas sus ciudades. Y Eudes y Majencio dibujaron un cow-boy a caballo. Pero Eudes gritó:
- ¡Señora! ¡Majencio ha copiado!
Y empezaron a pegarse. Era fénomeno, hablábamos y lo pasábamos en grande. Al final, vinieron las mamás con Alberto.
Cuando nos marchamos, el médico estaba sentado en el extremo de la mesa, sin decir nada y lanzando grandes suspiros. La señora de blanco le llevaba un vaso de agua y unas píldoras, y el médico dibujaba revólveres.
¡Este médico está loco!
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si haces un comentario procura que no sea anónimo espero te guste nuestro blog y que votes en Google Plus.
Gracias por tu visita.