martes

El oro de las montañas

En el tiempo de la conquista de América, se difundió una leyenda que hablaba de la existencia de un fabuloso tesoro oculto en las montañas colombianas.
Uno de los conquistadores llegados a aquellas tierras quiso hacerse con el tesoro y asaltó un poblado de las montañas. Cuando el jefe del poblado fue llevado ante la presencia del conquistador, dijo:
-Amigos, ¿por qué atacáis mi pueblo y le amenazáis con vuestras armas? ¿Qué hemos hecho que pueda molestaros?
El conquistador respondió:
-Sabemos que hay un magnífico tesoro oculto en vuestras montañas y vosotros conocéis el lugar en el que está enterrado. Si nos reveláis el secreto, no os haremos ningún daño. Ahora bien, si os negáis a contarlo...
El jefe de la tribu se entristeció al oír estas palabras.
-No puedo cometer esa traición -dijo-. Los espíritus de la montaña nos perseguirían eternamente.
-Entonces, ya sabéis lo que os espera -respondió el conquistador.
-Un momento -dijo el jefe de la tribu tras reflexionar unos instantes-. Os he dicho que no puedo desvelar el lugar donde se encuentra el tesoro, pero si podría entregaros parte del oro que buscáis. Siempre que prometáis no hacer nada a mi gente...
-¿Oro? ¿Cuánto oro? -preguntó codicioso el conquistador.
-Lo suficiente para llenar esta choza. Ahora bien, tenéis que prometerme que mientras llenamos la choza nadie entrará en ella ni se aproximará a mis hombres. Y cuando hayamos acabado, tenéis que esperar una noche antes de entrar y llevaros el tesoro. Durante esa noche nosotros haremos sacrificios en las montañas para calmar el espíritu de nuestros antepasados.
El conquistador estuvo de acuerdo. Durante varios días, los hombres del poblado marcharon hacía las montañas y volvieron con canastas llenas de oro. Cada canasta llegaba acompañada de numerosos guerreros que la custodiaban hasta dentro de la choza. El conquistador contemplaba entusiasmado aquel desfile de riquezas.
Días después, el jefe de la tribu  le dijo al conquistador:
-La choza ya está llena. Hemos cumplido nuestra parte del trato. Ahora cumple tú la tuya y déjanos marchar. Pero recuerda: debes dejar pasar una noche antes de llevarte el tesoro.
Así se hizo y los indígenas se internaron rápidamente en las escarpadas montañas.
Cuando al día siguiente el conquistador mandó a sus hombres abrir la puerta de la choza para coger el tesoro, se llevó una gran sorpresa: ¡estaba totalmente vacía! Allí dentro no había nada, ni una sola pieza de oro. ¿Cómo era posible? Él había visto meter cestas y cestas repletas de joyas y de oro...
Pero el conquistador no se había dado cuenta de que aquellos guerreros que entraban el la choza custodiando las cestas volvían a sacar, escondidas entre sus ropas, todas las piezas del tesoro.
Y así fue como el jefe de la tribu consiguió burlar la ambición del conquistador y proteger el tesoro de sus antepasados, que aún sigue escondido en aquellas montañas...

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