miércoles

El gato violinista

Hace muchísimo tiempo, los animales vivían satisfechos y cada uno tenía su ocupación. Bueno..., todos menos uno: el gato.
El gato era verdaderamente raro. Los demás no sabían qué hacer con él. Vivía en un árbol hueco del bosque y por las noches, cuando los demás dormían, salía de su casa y... ¡empezaba a tocar su violín! Mientras tocaba, el gato sonreía a las estrellas, hacía guiños a la luna... ¡Ah, el gato era feliz!
Ahora bien, a los animales del bosque todo esto no les gustaba nada. No le veían ninguna utilidad a su música.
- Es un mal ejemplo para todos - decía el castor -. ¡Nunca pega ni golpe!
Los animales del bosque decidieron convencer al gato para que buscara un trabajo. Y a todas horas le gritaban:
- ¡Consigue un trabajo! ¡Consigue un trabajo!

Un día, el gato, cansado de tanta insistencia, se puso el violín debajo del brazo y salió corriendo. Tras una larguísima carrera, llegó al final del bosque. Allí estaba la granja. El gato se acercó y llamó a la puerta.
Cuando la granjera abrió, se quedó boquiabierta. ¡Nunca un animal se había atrevido a llegar hasta allí!
- He venido a buscar trabajo - dijo el gato -. Quiero ganarme la vida.
La granjera le miró de arriba abajo; entonces vio sus largas uñas.
- Tienes aspecto de ser un buen cazador de ratas - dijo la mujer.
El gato no entendía por qué decía eso. Pero quería conseguir un empleo.
- He estado haciéndolo durante años - mintió el gato.
- Bien, entonces tengo un trabajo para ti.
Y así fue como el gato fue contratado como cazador de ratas y ratones.
Le pagaban con leche, carne y un lugar junto al fuego. Y él dormía todo el día y trabajaba toda la noche.
Al principio lo pasó mal. Las ratas le tiraban de la cola, los ratones le mordisqueaban las orejas... Pero el gato aprendió rápidamente. Al final de la primera semana ya podía cazar una docena en media hora. Entonces pensó que si cazaba toda la noche no quedaría ni un ratón, y él perdería su trabajo.
Así que cada noche cazaba diez minutos. Luego tocaba el violín hasta la mañana.
- ¡Qué vida! - decía el gato -. ¡Si pudieran verme ahora los animales del bosque...

Cuando los demás granjeros vieron que el gato era tan buen cazador, quisieron tener también gatos y gatas. Y en poco tiempo nuestro gato formó una banda de música. ¡Oh, sí, eran todos grandes violinistas!
Cada noche, los gatos se reunían en una granja. ¡Qué fiestas y bailes organizaban!
Al amanecer, los gatos colgaban sus violines, volvían a sus casas y simulaban haber estado trabajando toda la noche entre las ratas y los ratones. Bebían la leche, se tumbaban junto al fuego y caían dormidos con una gran sonrisa en la cara.
 

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