miércoles

Un campo en la ciudad

Un trozo de campo quería ir a la ciudad. Había oído hablar de muchos coches, bicicletas y tranvías que circulaban entre los innumerables edificios y quería verlo todo con sus propios ojos. Así  que se puso en camino siguiendo un sendero que partía del mismo claro del bosque donde vivía.
Pronto llegó a una carretera y empezó a hacer auto-stop. Enseguida lo cogió un camión que transportaba huevos e iba a la ciudad.
Cuando el campo se apeó del camión y se vio en la ciudad, se quedó pasmado. Las motos, los tranvías, los autobuses y los coches que circulaban eran mucho más numerosos del lo que había imaginado... Y lo más divertido era que todos tocaban la bocina constantemente. El campo no podía parar de reír.
-¿Por qué tocan la bocina? -preguntó a un automovilista que había parado junto a él.
-Por tu culpa -contestó el conductor-. Estás entorpeciendo el tráfico, ahí parado.
El campo, asustado, dio un salto para retirarse de la acera, pero cayó sobre la terraza de un café. Las mesas, las sillas y los vasos rodaron por el suelo. Y la gente que estaba tomando un helado se encontró con la cara llena de tierra y de hierba.
-¡Cómo lo ha puesto todo! -gritaban todos indignados, tropezando una y otra vez y cayendo dentro del campo.
En tales casos suele acudir la policía a toda velocidad. El campo fue arrestado y conducido a la comisaría. Allí tuvo que identificarse, explicar su procedencia declarar lo que había hecho en la ciudad. Pasó al noche en el calabozo y a la mañana siguiente lo trasladaron de nuevo al bosque.
-¿Qué tal lo pasaste en la ciudad? -le preguntó un haya vieja.
-No muy bien -respondió el campo algo apesadumbrado.
Entonces sopló una suave brisa y se oyó el agradable murmullo de las hojas del árbol. Y el campo se sintió feliz.

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