martes

María y los titiriteros

María era una niña muy miedosa.
Tenía miedo a los perros y a los gatos.
Tenía miedo a los ruidos y a los silencios.
Tenía miedo a la oscuridad y a la luz.
Tenía miedo al día y a la noche.
Si sonaba el teléfono, saltaba de la silla sobresaltada.
Si sonaba el timbre de la puerta, se ponía a temblar.
Muchos médicos habían venido a verla, pero ninguno encontraba solución. María, al verlos entrar con su maletín, se escondía debajo de la mesa y tenían que sacarla a la fuerza.
Así fue creciendo María, que acababa de cumplir cinco años y solo conocía su casa y el jardín vecino, al que algunas veces iba a merendar con su mamá.
Una tarde, mientras miraba por la ventana, vio pasar a unos titiriteros. Eran tres.
El padre tocaba la trompeta. La madre cantaba. La hija, que tendría la edad de María, bailaba.
María, sin darse cuenta, salió a la calle y presenció su actuación.
Luego, siguió a los titiriteros por todo el barrio.
Fue al parque en el que jugaban los niños con sus perros, pero no sintió miedo.
Estuvo en el puente viejo y vio pasar una ambulancia con luces y sirenas encendidas, pero tampoco sintió miedo.
Llegó al polideportivo en el momento en el que muchísimas personas salían de ver un partido de baloncesto. Y no se asustó ante los empujones y los gritos y las risas de la gente.
María solo tenía ojos y oídos para los titiriteros.
De pronto se dio cuenta de que no sabía volver a su casa y se puso a llorar, pero, como había tanta gente, nadie se fijaba en ella.
Entonces pensó: si sigo llorando, no llegaré nunca a casa. Se secó los ojos y decidió volver por donde había venido.
Pasó por la puerta del polideportivo, que ya estaba vacío.
Reconoció el puente viejo por el que vio pasar la ambulancia con luces y sirenas encendidas.
Cruzó el parque, en el que aún jugaban algunos niños con sus perros. Y cuando se dio cuenta, estaba en la puerta de su casa.
Su madre se asomó por la ventana y le preguntó:
- María, ¿qué haces fuera de casa a estas horas?
- Estoy esperando a papá - respondió María.
Y se quedó mirando la calle como si acabase de descubrirla.

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