Érase una vez un pescador que tenÃa un hijo muy perezoso llamado TarÃn. Un dÃa, TarÃn salió a pescar con su padre. La pesca se dio muy bien y cogieron muchos boquerones, sardinas y salmonetes.
-¡Devuélveme al mar, TarÃn!
-¡Cómo, un pez que habla! -dijo TarÃn-. Te llevaré a casa y haremos una buena sopa contigo.
-Suéltame, TarÃn -volvió a decir el pez-, y te concederé tres deseos. Cuando quieras algo, di "porque asà lo manda el pez", y lo conseguirás.
-Está bien, te soltaré, pero tienes que demostrarme que no me engañas.
-¿Cuál es tu primer deseo? - preguntó el pez.
-Porque asà lo manda el pez, quiero que las redes se doblen y se guarden solas.
Y, como por arte de magia, su deseo se cumplió.
TarÃn echó el pez al agua y volvió a su casa. Estaba muy contento. Pensaba que a partir de entonces tendrÃa todo lo que quisiera sin ningún esfuerzo.
Aquella noche hacÃa frÃo, y antes de que se apagara el fuego, la madre le dijo:
-TarÃn, ve al bosque a cortar leña.
-¿Con este frÃo? -refunfuñó TarÃn.
-Más frÃo vamos a pasar si no la traes.
Pero TarÃn, en lugar de ir al bosque, se metió en su habitación y dijo:
-Porque asà lo manda el pez, quiero que el hacha corte un buen montón de leña y la meta en la leñera.
Al momento, la leñera estuvo llena.
A la mañana siguiente, la madre necesitaba agua para cocinar, y le pidió a TarÃn que la sacara del pozo.
El chico, que estaba entretenido mirando cómo las hormigas entraban y salÃan del hormiguero, dijo:
-Porque asà manda el pez, quiero que el cubo se llene de agua y vaya solo a la cocina.
Sin darse cuenta, habÃa gastado sus tres deseos.
A los pocos dÃas, volvió de pesca con su padre. Echaron las redes y, sin que nadie lo oyese, dijo su fórmula mágica. En ese momento, escuchó la voz del pez que decÃa:
-Tus tres deseos están agotados, TarÃn, pero no importa, porque podrás conseguir todo lo que tu quieras con tu esfuerzo.
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