Una vez, un muchacho llamado Pablo se fue a recorrer el mundo en busca de aventuras.
Caminado, caminando, llegó a la orilla de un rÃo.
Cerca del rÃo, vio a un hombre alto y fuerte como un roble, que se llamaba Fortachón.
Pablo, que no sabÃa nadar, le pidió ayuda y Fortachón cogió un tronco seco de un árbol y lo puso sobre el rÃo como si fuera un puente.
Por él pasaron los dos y siguieron juntos el camino.
Al cabo de un rato, llegaron a un molino. No habÃa viento, pero sus aspas se movÃan a gran velocidad.
Extrañados, miraron a su alrededor y vieron a una chica que soplaba para mover las aspas. Se llamaba Sopleta.
Y los tres juntos continuaron el camino.
Más adelante, pasó ante ellos un chico que saltaba con las piernas atadas.
-¿Por qué llevas las piernas atadas? -preguntaron.
Y él contestó:
-Soy tan rápido que si llevara las piernas sueltas no podrÃa ver el paisaje. Por eso me llaman VelocÃn.
Y los cuatros se marcharon juntos.
Al dÃa siguiente, llegaron a un pueblo que estaba en fiestas.
Se iba a celebrar una carrera. El vencedor se llevarÃa todas las monedas que pudiera acarrear en un saco.
VelocÃn participó y ganó.
Cogieron el saco más grande que encontraron y lo llenaron de monedas. Fortachón se lo echó al hombre con toda facilidad.
Pero la gente del pueblo no supo aceptar la derrota. Los persiguieron para quitarles el premio.
Entonces, Sopleta empezó a soplar y los enemigos volaron por los aires.
Y los cuatro amigos continuaron su camino tan felices.
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